Se sube a la camioneta con semblante lastimero y voz apagada, comienza su monólogo: “Señores, yo sé que esto es fastidioso, a mí me da pena, pero no me queda de otra. Lo que pasa es que yo cometí un error ¿ves?…” Pasea la vista por los pasajeros buscando empatía, lo miro de reojito. Tiene el cabello grasiento, se ha bajado la mascarilla por debajo de la nariz y lleva gorra. ¿Cuál fue el error? “Lo que pasa es que yo me vine para Caracas e invertí todo mi dinero en una mercancía, pero resulta que estaba vencida”. Hace una pausa. No le creo ni una palabra, me fijo más bien en su interpretación, modula bien la voz, es el propio perrito lastimero apaleado por la ferocidad de esta selva de concreto. “Tengo a mi niña por aquí cerca”. Se le aguan los ojos, baja la cara, logra captar la atención de varios. No podía faltar el detalle de la niña, es todo un clásico. “Hace días que no comemos nada, pero como a mí no me gusta pedir, porque a mí me enseñaron que el dinero hay que ganárselo”. ¿Quién te enseñó eso?. “Una amiga me dio para que le vendiera estas bases para las damas que se maquillan. Si logro vender tres me gano un dólar”. Que mal negocio amigo, ninguna mujer va a comprar una base de maquillaje en una camioneta, o de repente sí. ¿Dónde está la trampa? Trato de ver si las mujeres que van de pasajeras muestran interés. No vas a vender nada mi pana, prueba con otra cosa. Se baja a media cuadra, yo también me bajo y soy testigo de su metamorfosis. En contacto con el asfalto su pecho se yergue, levanta la cabeza, sus ojos sonríen y se agrandan, camina con un tumbao “urbanolandromevoyacomerelmundoquítatetúpaponemeyo” y grita con la voz que tenía escondida: “Te compro tu dólar, mi gente, te compro tu dólar”, se pavonea, piropea a una muchacha y se ríe. Me provoca soltar la carcajada, estos personajes son eclécticos, un minuto manejan con maestría el arte de dar lástima y al siguiente negocian la compra de divisa en plena avenida Baralt con toda la ventaja para ellos, juran llorando tener una hija sin comer desde hace días cuando conocen a todos los vendedores ambulantes por la zona de Quinta Crespo, de alguna forma resuelven el día: llorando o riendo, pero resuelven. Esa es mi fauna caraqueña, jamás decepciona.
Te compro tu dólar

Jaja lo amé
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