Las hilanderas ciegas

Transcurridos ocho años Él volvió por ella. La reina estaba en el jardín con las niñas que había llegado a amar, pese a saber que no eran suyas, cuando escuchó el canto inolvidable del pájaro y vio el plumaje cambiando de color entre las hojas. No se despidió, comenzó a seguir al ave alejándose esa vez consciente de su destino. Por fin el ave se posó sobre una rama, quizás la misma de la última vez, su plumaje era azul claro, como el color del cielo desde hacía semanas…

Pronto volverá la niebla II / El Mago

El hallazgo de esta carta me impresionó de tal modo que olvidé darle comida a Atila. Caminé a mi remolque absorto en la contemplación de la imagen, era evidente para mí la coincidencia entre los objetos que estaban sobre la mesa del Mago y los que la muerte me había legado: la moneda, el cáliz y el báculo, pero me faltaba la espada…

No toda caída es la muerte / El Loco

Dijeron que yo maté a toda la familia: a las dos niñas, al niño, a los padres, incluso a los peluches. Cuando la policía me encontró yo estaba inconsciente, más tarde supe que tenía las manos manchadas de sangre y un fuerte golpe en la cabeza, culpable de la amnesia que todos creyeron que fingía para evadir la condena…

Mamá Gallina

Mamá Gallina vio pasar a los dos hombres, no tendrían más de treinta, uno de ellos gritó “Adiós Mamá Gallina”, “Adiós mi amor”, contestó ella con la lengua pesada. Le hubiera gustado estar con alguno, en cambio tendría que irse con los dos que tenía al lado, atendería a uno primero y al otro después, eso de estar con los dos a la vez no iba con ella. “Soy de la vieja escuela”, decía siempre, “no hago vainas raras”.

Los escritores solo matan en las páginas

“Lo que más me gusta de ti”, le había dicho ella en reiteradas ocasiones, “es que esperas a que yo acabe para venirte”. Así era él, no podía acabar si ella no lo hacía. Eso las volvía locas a todas, no importaba cuánto duraran ellas en alcanzar el punto en que ya no resistían el placer, él tenía la capacidad de postergar el suyo…