Mamá Gallina vio pasar a los dos hombres, no tendrían más de treinta, uno de ellos gritó “Adiós Mamá Gallina”, “Adiós mi amor”, contestó ella con la lengua pesada. Le hubiera gustado estar con alguno, en cambio tendría que irse con los dos que tenía al lado, atendería a uno primero y al otro después, eso de estar con los dos a la vez no iba con ella. “Soy de la vieja escuela”, decía siempre, “no hago vainas raras”.