Esta Caracas con aroma a ají dulce risa de papelón sudor de maíz lágrimas ácidas Me acaricia en mayo con flores de araguaney y esencia de amapolas me inunda en agosto con aguaceros lunares y eriza mis vellos cuando Pacheco desciende de su refugio helado Esta Caracas mujer como yo con sus curvas maltrechas sus senos ocultos en la montaña sagrada su llanto sucio en el caudal que la parte Amada y odiada su dolor trasciende la piel de sus hijos tantos se van tantos llegan tantos atraviesan a diario sus entrañas Esta Caracas de sueños fugaces de pesadillas con los ojos abiertos te golpea cuando se despereza la muerte la reclama como Hades a una Perséfone de rodillas dobladas Los ángeles pretenden retenerla tirando de hilos cada vez más delgados Cuando no la soportas te reconquista con atardeceres capaces de detener el ciclón que nos traga también te seduce con caídas de pestañas para hacerte olvidar las huellas de sus mordidas en tu espalda Esta Caracas esquizofrénica que nos alucina aún no termina su trabajo de parto cada vez que rompe fuentes nace una nueva era con el cordón umbilical taponado de fango Y sin embargo la he escuchado cantar cuando está triste o cuando un gesto amable se transforma en milagro logrando desvanecer uno de sus tatuajes Es ahí cuando nos detenemos unos breves instantes en busca de ese algo que jamás encontramos antes de retomar nuestra loca rutina en esta Caracas con coral de chicharras donde las guacamayas todavía celebran y los colibríes nos regalan su danza
©Nidesca Suárez