Escribir es una forma de reinventar el mundo

«De pensamiento a pensamiento, de palabra a palabra, de imaginar a contraimaginar. La norma es que una minoría imagine y nombre para una mayoría, ¿y si comenzamos a imaginar y nombrar por y para nosotros mismos? Esa es la última batalla«.

Nidesca Suárez

Nombrar es un acto esencial de la inteligencia humana. ¿Para qué se nombra? Para apropiarnos simbólicamente de lo que nos rodea, es cierto que todo puede existir sin darle un nombre, una montaña continúa siendo una montaña, aunque nadie la nombre como tal, sin embargo, para el intelecto humano esa montaña tendrá significado solo después de nombrarla, como si entre el nombre y el ser se tendiese una especie de puente por donde transitan las historias entre quien nombra y lo nombrado.

Sucede igual con las personas, para nosotros no existen por completo hasta que no conocemos su nombre, cuando tenemos un hijo lo nombramos, es una manera de hacerlo parte de nuestra vida. La palabra está ahí para moldear una historia que se escribe mientras vamos nombrando personas, lugares, circunstancias, sentimientos, sueños, etc.

El mundo que conocemos se sostiene en palabras, en discursos, en las historias pasadas y en las que se están escribiendo justo ahora, mientras las pupilas recorren estas líneas, pero ¿qué sucede cuando no estamos conformes con ese mundo que se nos vende a diario en millones de discursos? Los discursos oficiales construyen perspectivas, modelan percepciones, aprisionan colectivos, cercenan pensamientos; la palabra pesa, marca, hiere y duele, pero puede pasar de ser carbón oscuro que tizna la razón a ser la joya más preciosa de la mina. La palabra puede liberar y enriquecer, para ello requiere un trabajo de alquimia a fin de desarrollar sus mejores cualidades y convertirse en oro.

Escribir está ligado a leer y entre ambos actos es la palabra el hilo conductor por medio del cual el escritor y el lector van hilando un telar con sus propias puntadas y colores; nombrar es una necesidad primaria, renombrar es un acto de reivindicación. Renombramos ideas, conceptos, visiones, y a medida que lo hacemos vamos sacudiendo el polvo a los prejuicios y enfriando el fuego de los hierros semánticos con los que tantas generaciones han sido marcadas.

Renombrar es reinventar y la reinvención pertenece al reino de la imaginación. La imaginación es un derecho inalienable, para ejercer ese derecho la palabra es una herramienta clave, si bien hay otras formas de expresión para conferir corporeidad a lo que imaginamos; pero supongamos que un escultor cree una obra y no la nombre, quien la mire indudablemente la nombrará desde lo que es y lo que sabe, o se le ha permitido saber. También es posible nombrar desde el desconocimiento y por lo tanto errar en el acto bautismal.

Nombrar es un acto impregnado de parcialidad, la neutralidad no entra en la ecuación, pues siempre conlleva una intención. Si digo “plan”, “virus”, “clave”, “laboratorio”, “orden”, “pandemia”, “engaño”, “cuarentena”, “control”, “vacuna”, “docilidad”, no estoy actuando desde la inocencia; incluso un bebé cuando dice sus primeras palabras ya tiene una intención, pues demanda algo, ya sea la presencia de la madre, ya sea alimento o atención, algo busca, algo quiere.

Solo después de nombrar podemos renombrar y así resignificar lo que nos rodea. No es preciso buscar palabras nuevas, aunque es válido, a veces basta con alterar el orden en que las palabras se suceden, la entonación con que se pronuncian o un simple pronombre personal: “Estas medidas son por vuestro bien”, podría cambiar a: ¿Estas medidas son por nuestro bien?”.

Reinventar el mundo no es una utopía, sino un acto cotidiano que debería comenzar por nuestra propia reinvención individual: renombrar lo que somos nos transforma, ejercer el derecho a la palabra para cambiar aquello con lo que no estamos conformes es un legado que no debemos desperdiciar, por el contrario, debemos ejercerlo cada vez con mayor consciencia.

Escribir es una forma de reinventar el mundo porque abre las puertas de las posibilidades infinitas que permanecen ocultas fuera del territorio de la página, posibilidades que al ser nombradas comienzan a cobrar existencia, pues no cabe duda de que el acto de imaginar es contagioso. Esa sería la mejor pandemia: imaginar siempre otras posibilidades; después de todo imaginar es el plano que antecede a lo real.

De pensamiento a pensamiento, de palabra a palabra, de imaginar a contraimaginar. La norma es que una minoría imagine y nombre para una mayoría, ¿y si comenzamos a imaginar y nombrar por y para nosotros mismos? Esa es la última batalla.

Publicado por Nideska Suárez

Escritora venezolana

4 comentarios sobre “Escribir es una forma de reinventar el mundo

  1. De verdad tus palabras me llegaron, muchas gracias, hacen mucho significado en mi, soy profesora y quiero inspirar a mis estudiantes el valor tanto del pensamiento racional, como el de la imaginación, leyéndote me surge una nueva forma, gracias, gracias, gracias. Felicitaciones.

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    1. ¡Gracias a ti Belinda! Los educadores que se preocupan por transmitir a sus estudiantes el valor de la imaginación son verdaderos visionarios.

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  2. Imaginar, soñar, crear, son habilidades propias del ser humano que deben ser reforzadas, promovidas, es que así muy bien por los profesores como tú Belinda y gracias a Nidesca por su Caja de Letras!!

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