¿Dónde está Popeye?

—No me avisaste ayer que llegarías tarde.

Elena se retuerce las manos con ansiedad, frente a ella, Jorge, con expresión de hastío, enciende un cigarrillo.

—¿Qué sucede? ¿Otro ataque de inseguridad? —inhala el humo profundamente y lo expulsa mirando al techo.

—No, tú sabes que no es eso —trata de sonreír, pero parece a punto de echarse a llorar —es sólo que me preocupo por ti —le da la espalda sin dejar de retorcerse las manos —esta ciudad es tan peligrosa…  —el tono de su voz se torna cada vez más débil.

—Por favor, Elena —dice él con expresión burlona —¿A quién tratas de engañar? Ambos sabemos que eres una celosa compulsiva —mientras habla su expresión se va volviendo iracunda, camina de un lado a otro llevando brevemente el cigarrillo a los labios —¡Mírame cuando te hablo!

Elena comienza a temblar, se voltea y lo encara con expresión despavorida.

—¡Ya me tienes cansado! —arroja con furia unos objetos al piso causando gran alboroto —¡Estoy harto! ¡Harto!

Elena, temblorosa, balbucea desesperada:

—Disculpa, no quise molestarte, es… es mi culpa —se agacha tratando de recoger algunos de los objetos que Jorge ha tirado —Lo siento, yo…

—¡Corten!

—¿Y ahora qué sucede?

—¿Y todavía lo preguntas? Ven acá, ven acá. Escucha, Gema: Elena no es una mujer sumisa, ¿hasta cuándo debo repetirlo? ¿Por qué insistes en ese aire aterrado, en esa mirada vidriosa? Elena no le tiene miedo a Jorge ni a nadie. Estamos frente a una mujer astuta, una manipuladora consumada; precisamente es eso lo que a Jorge lo saca de sus casillas. Sabe lo que ella es y sin embargo no puede dejarla, además nadie creería en su versión de Elena. A ella le encanta que los demás piensen que es la víctima cuando en realidad la víctima es Jorge ¿Me sigues?

—No, creo que no… no.

—Pero ¿qué es lo que pasa contigo?

—¿Cómo puede ella no tenerle miedo? Es un hombre violento, impulsivo. Incluso ha llegado a golpearla. Y sí, ella es la víctima. En tres años de matrimonio no ha podido terminar su carrera, no ha tenido hijos porque él no desea tenerlos. ¿Por qué dices que no le tiene miedo a nadie? Su pasado la atormenta, teme que él descubra su origen y la abandone. En realidad vive aterrada, por eso es tan sumisa, ella…

—No, cariño, tú la has hecho sumisa; pero Elena es fuerte, y lo es justamente porque es indiferente a cualquier cosa que no sea ella misma…

—Así la ves tú. Yo… yo no puedo verla así, no deseo verla así. No es honesto.

—¿Honesto?

—Sí. No puedo interpretar algo en lo que no creo. Debo primero creerlo para poder hacerlo. Debo estar convencida. ¿Acaso no lo entiendes? Elena tiene miedo.

—Escucha, Gema, ¿por qué no nos tomamos un descanso y lo intentamos de nuevo mañana? Tómate el día para reflexionar, piensa en lo que te he dicho y verás que no estoy tan errado. No puedes construir un personaje basándote únicamente en sus temores.

—¿Por qué no?

—Porque no sería real. ¡Es todo por hoy! ¡Mañana todos aquí a las siete en punto!

Ha llovido, el pavimento brilla como si alguien hubiese tenido la absurda idea de encerarlo. Gema decide caminar, cruza sigilosamente la avenida para evitar la panadería de la esquina, no desea encontrarse con nadie conocido.

“No puedes construir un personaje basándote en sus temores”. Retrocediendo hacia su infancia se da cuenta de que el sentimiento que la invadía en esos días era precisamente el miedo. Se escondía en el armario para no escuchar las peleas de sus padres. Siempre lo mismo, su padre gritando, su madre llorando…  Se supone que la infancia debe ser divertida, pero la suya no lo fue…

©Nidesca Suárez

Léelo completo:

Publicado por Nideska Suárez

Escritora venezolana

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